26 de octubre de 2012

Conversaciones con mi perro



Me gusta hablar con mi perro. No me entiendas mal, sé que no comprende lo que le digo; pero tiene una capacidad de atención que pocas veces he advertido en otras especies, especialmente la humana. Lo que más me llama la atención es su forma de mirarme, fijamente, parpadeando poco, a veces alternando los ojos y cuando coincide con algún comentario ingenioso por mi parte, cosa que sucede con poca frecuencia, parece que me guiñara. Le hablo de todo y de nada aunque, por lo que se ve, le da a cualquier conversación la misma importancia. Creo que lo que él aprecia por encima de todo es que nos comuniquemos.

Jandro Güell.

25 de octubre de 2012

La cafeína



La camarera se acerca a la mesita con la amarilla lámpara de tulipa bermellón junto a la ventana, al final de la barra. La mesa es la correcta pero el orden de las tazas no. La pareja intercambian sus pedidos.


- Por lo que veo sigues tomando café.



- Sí. No, quiero decir que… Lo estoy rebajando.



- O sea, que tomas menos de cuatro al día, eso es un récord.



- No porque no me apetezca, más bien, compro café más barato, por lo que está más malo y por tanto bebo algo menos.

- Pero realmente no rebajas el consumo de café.



- Rebajo mis gastos. ¿Tú sigues con tus batidos?



- Ya sabes. Son manías.



- Hace tanto que no nos vemos que no sé cómo tratarte.



- Como siempre, soy la misma persona.



- Sí, yo también. Lo que digo es que ha pasado tiempo suficiente como para tratarte con distancia, casi como a un viejo amigo, pero no el suficiente como para utilizar mi torpe condescendencia o esa falsa amabilidad que usamos con los desconocidos.



- Y ¿Qué quieres que te diga? Yo estoy muy a gusto.



- No me mal-interpretes, me alegra mucho verte. Hace mucho que quería quedar contigo y, ahora que te tengo delante no sé qué contarte.



- Lo único que te pido es no hablar del pasado. No hagamos de este encuentro algo incómodo.



- No te negaré que me comían los nervios cuando hablamos por teléfono. Incluso ahora me siguen temblando los tobillos, aunque pienso que es más por la euforia que por inseguridad.



- O por la cafeína. (sonríe).



La conversación siguió con trivialidades que no se alejaban del relato de triunfos profesionales, algún escarceo amoroso sin relevancia y evitando profundizar en lo que ambos sentían en ese instante. La lluvia golpeaba los vidrios de la ventana y una figura enfundada en gabardina gris cruzaba el marco con dos hojas de periódico por sombrero.

Jandro Güell.

16 de octubre de 2012

Amaneceres



Un hombre se despierta a duras penas después de una mala noche en el incómodo asiento de atrás de un coche. Se despereza torpemente dentro de un saco de dormir y se queja desentumeciendo sus articulaciones que crujen al perder la forma fetal que el pequeño habitáculo le obligaba a adoptar.

Es fresca la mañana. En su oreja resuena la vibración del vuelo de un pequeño mosquito que, horas antes, no hizo otra cosa que acentuar el malestar  del paupérrimo sueño, haciéndole despertar varias veces y prolongando así el final de una noche que hubiese preferido más corta. Lo buscó con la mirada hasta verlo sujeto al cristal de la ventanilla trasera que quedaba detrás de su cabeza. Lo odió de inmediato al notar su vientre inflamado y enrojecido por su propia sangre, lo que le hizo acordarse del picazón soportado intermitentemente. Fue corta la digestión del insecto, ahora es una mancha en la palma del hombre.

Pasaron segundos, quizá minutos, sin duda afectado todavía por la falta de sueño, hasta que aquel hombre se descubrió mirando sin parpadeo alguno sus pies descalzos al otro lado de la improvisada cama, pero en vez de despabilar definitivamente siguió observando sus extremidades blanquecinas y huesudas mientras movía lentamente los deditos. Analizando formas, movimientos y detalles cayó en la cuenta de que nunca se miraba tan detenidamente su propio cuerpo; no obstante ya le había dedicado tiempo suficiente o eso pensó mientras los cubría con los calcetines de ayer y se calzaba.

Bajó del coche, terminó de recomponerse y comenzó a andar en busca de algún sitio para desayunar. Quizá la única comida que ese día tendría asegurada.

Jandro Güell.

15 de octubre de 2012

Creencias



- ¿Tú crees en dios?
- Pues, yo que sé, sí supongo, hice la comunión.
- ¿Qué clase de respuesta es esa? Ningún niño hace la comunión porque crea en dios, los obligan los padres, la educación, la tradición.
- ¡Eh, eh, que algunos sí que creen! Hasta se confirman y eso.
- Y tú me confirmas diariamente que eres tonto.
- Lo que está claro es que tú no crees en absoluto.
- ¿Y tú que sabes?
- Pues porque cuando nombras a Dios lo haces en minúsculas, no como nombre propio.
- Buen… Yo… es que… ¿Cómo sab…?
- ¡Qué quieres que te diga! Se nota. Pero, en fin, en algo hay que creer, no sé es propio del ser humano, nos ayuda a entender cosas, nos guía, nos da calma, es práctico.
- ¡Es práctico! Menudo religioso estás hecho. No des más argumentos que estás pisoteando el Catolicismo.
- ¡Eh, que yo no he dicho que sea Católico! Simplemente imagino que existe algo por encima de nosotros mismos, mejor que nosotros, que da sentido a la vida y a la muerte, me da igual cómo lo llames, me vale cualquier religión; es más, pienso que la religión es un invento del hombre, o si fue de Dios la cagó dejando que nosotros la administrásemos. Lo que hemos conseguido es pervertirla, utilizarla en beneficio de unos pocos y como manipulación de otros muchos.
- ¡Ya! Tú eres de esos que odia a la iglesia pero acude a sus creencias o supersticiones cuando está desesperado, ante una enfermedad, cuando teme por su trabajo o… a la muerte.
- No, cuando estoy follando.
- Pe, pero. Pero tú…
- Sí, sí. Es que me parece algo tan cojonudamente bueno que pienso que es obra divina, o del Diablo, que en el fondo es también religión, no sé.
- ¿Y si te masturbas también piensas en dios?
- ¡Qué gracioso!
- Bueno, es sexo, tendrá alguna relación.
- Pues no listo, además, cuando me masturbo siempre fantaseo con tu hermana Pili.
- ¡Cómo te pasas!
- ¡Es que está muy buena!
- No te entiendo. No sé si me hablas en serio o me estás vacilando. Estás tan “colgao” que me pones nervioso.
- Y ¿Para qué me preguntas entonces?
- Mea culpa, mea culpa.

Jandro Güell.

2 de octubre de 2012

Dos errores


No fue casualidad que dos seres tan complementarios hubieran llegado a conocerse. Pienso en el Azar puesto que no creo en el Destino, aunque no deja de ser curioso, más aun si tenemos en cuenta que ninguno de los dos fueron deseados en el momento de su concepción. Uno por ser primogénito, la otra por ser la última de tres hermanos, el caso es que ninguno se esperaba. Eran dos errores de calculo, dos equivocaciones que se asumieron, que lucharon por ser anfitriones de una fiesta a la que no habían sido invitados. No fue casualidad que se conocieran, fue casualidad que los dos existieran.

Jandro Güell.

1 de octubre de 2012

6 velas


Todo empezó una calurosa noche de verano. Era el mes de Agosto, y en una de las salas del paritorio del Hospital Civil de Málaga, hacían esperar a una primeriza que se quejaba en vano ante las esquivas miradas de enfermeras y matronas.

Con dicho marco llegó a este mundo un pequeño, cuando sólo faltaba al rededor de media hora para la media noche que daría paso al vigésimo tercer día del mencionado mes. El recién llegado, que a penas era capaz de distinguir sombras en medio de una luz cegadora, llegaba desprovisto de toda arma o virtud para enfrentarse al mundo que ahora parecía envolverlo. No entendía por qué apareció allí ni cual era su misión, su meta, su destino.

El día que cumplió seis años no fue distinto de cualquier otro aniversario; estaban los primos, los tíos, los abuelos y creo que algún vecino. Hacía poco más de un mes que dejó de ser el protagonista de la casa, puesto que apareció el segundo de los hermanos, con ganas de guerra y sin intención de renunciar a su parcela de atenciones, cariño y servidumbre que todo hijo inflinge a sus progenitores.

Tomó aire hasta que los pulmones no pudieron más y sopló las seis velitas que coronaban la tarta. Deseó algo inalcanzable, y sonrió mirando fijamente los dibujos que describía el humo que todavía emanaba de los minúsculos cirios; ajeno por completo a que, a partir de ese año y también unos meses antes, el mundo había sufrido una transformación hacia una escala superior en calidad: Apareció, desprovista de toda arma o virtud para enfrentarse al mundo, una niña que, sin ningún motivo apreciable, estaba hecha de las piezas de un rompecabezas tan complejo que ninguna mente humana podría siquiera inventar, pero que encajaba perfectamente con aquel chiquillo que ahora miraba los regalos con avaricia sin saber que el mejor de ellos se lo estaban guardando y mimando a varios kilómetros de su habitación.





Jandro Güell.