Anoche la Musa de mi
inspiración ejerció de cupletista en una cantina con solera; me puso los
cuernos con un torero; llegó tarde a la cama oliendo a tabaco, a culpa y a
bolero; antes de dormir rezó tres avemarías. Esta mañana, vestida de ojeras, no
dijo nada, el exceso y la afonía la dejaron muda. Hoy no sonarán las piezas de
mi teclado ni se manchará de tinta la mano de este poeta. Descalzo en la cocina
recorro una y otra vez un camino de solo tres pasos entre el hornillo y el
fregadero. Y en la breve penitencia me pregunto -¿qué te hice yo chiquilla?-,
mientras le estrujo un limón a tu taza de manzanilla.
Jandro Güell.