Somos creadores de Arte.
Considero esta capacidad una de las más importantes del ser Humano y que nos
salva de ser… otra cosa. Hay quien dice que es la prueba evidente de la
existencia de nuestra propia alma; lo que me hace pensar, en esta línea, que las
personas a las que se les ha negado el don de crear o apreciar el arte, en
cualquiera de sus formas, se les podría tachar de Desalmados, o mejor dicho
“Inalmados”, ya que el primer término implica haberla tenido en algún momento.
Tampoco me importa porque no lo comparto.
En todo caso, lo que me ha
arrojado en esta hora al teclado ha sido una idea que germinó en mi cabeza a
raíz de una película. Concretamente, la secuencia hacía que el espectador se
convirtiera, por un momento, en espía de lujo de unos pies enfundados en negros
zapatos de negro tacón, con los que una mujer dibujaba, en el parquet de una
habitación casi vacía, un baile que, de tan íntimo, ejercía sola.
El baile, una de las
expresiones artísticas que más me conmueven. Y concretamente los que se
practican en pareja. Es una conversación. Y sin duda, de éstos, el que ahora me
coloca las manos en los ojos, susurrándome al oído “¿Quién soy?”, se ha
delatado, pues huele a mate y a rosa sin espinas sujetada por una boca
bermellón. El tango.
Movimientos que son
latigazos de carácter, ramalazos de vida; que es tierno y agresivo; que hacen a
la mujer femenina y al hombre varón. La antigua batalla convertida en
dialéctica, eterna guerra entre los géneros con el amor de frontera y el fondo
pintado de pasión oscura. Una historia contada en pocos minutos. Movimientos
plásticos, en ocasiones acrobáticos. Brazos que se sujetan, piernas que se
enredan, caderas que se retuercen, cabezas que se giran, te giran; y todo
realizado al unísono de forma acompasada, transformando la música en gesto, la
violencia en cadencia.
Creo que sería incapaz de
bailarlo. No pienso que se limite al aprendizaje de una coreografía seca de
sentimiento. Hay que ponerle Alma. Y la mía me mira desde la puerta mientras
dibuja con la mano en el aire una despedida.
Jandro Güell.