Siempre quise que me
quisieran. Como todo el mundo, ya lo sé. Con lo que no contaba era que ese
cariño se me presentase de la forma más extraña, tan de repente.
Nunca pensé bien en el
origen de los sentimientos, sólo me centraba egoístamente en la cantidad, o
mejor dicho, en la calidad de ese amor, pues yo lo quería incluso antes de que
llegase a mis días. Me rendí, cuando ya casi pensaba que no era posible
recibir; me lo entregaron incondicionalmente, sin reservas, de forma que
parecía que su propia razón de existir estaba concebida para serme regalada.
No fue fácil en un
principio, debo aceptarlo, pero puedo asegurar que desde el primer momento me
convertí en alguien único en su vida. Tuvimos que acostumbrarnos el uno al
otro, a nuestras manías y costumbres, que siendo dos cosas distintas tendemos a
confundirlas. Nos educamos en nuestra nueva realidad juntos. Ya no fuimos más
dos seres independientes pero tampoco dependientes del otro, simplemente
aprendimos a tenernos en cuenta. En definitiva, la relación crecía compartiendo
cama, comida, juegos matutinos y paseos nocturnos.
Estaba, siempre estaba,
cuando me encontraba bien y cuando a penas le miraba, en mis momentos grises y
en las noches blancas. Me observaba, siempre me observaba, cuando leía, cuando
rezaba, cuando dormía, cuando bostezaba, en mi alegría, con compañía y cuando a
solas lloraba. Me desesperaba, a veces me desesperaba, a veces me defendía y
otras me asustaba, me perseguía o me esperaba. Siempre me esperaba, cada vez,
cuando me iba, me consta que únicamente pensaba en que regresaría. Y cada vez,
cuando llegaba a casa, sus “bracitos” me arrojaba.
No sé que más decirte,
quizá que soy una afortunada. Disfruto de la compañía de una criatura que
piensa que soy la persona más importante en la Tierra, que me señala como
receptora de todo lo que su vida otorga, y lo mejor es que a cambio no pide
nada. Algunos dirán que es porque los perros no hablan, mas estoy segura de que
mi Mofli, si hablara, con su voz ronca a más de uno callaría.
Nota:
He comenzado este relato
varias veces, desechándolo casi de inmediato por no reflejar lo que realmente
pretendía, y ahora sé que fue por mi empeño en querer describirte cuando desde
un principio no debí centrarme en el cómo, sino en qué eres para mí y lo que
siento cada vez que llego a casa.
Jandro Güell.