28 de abril de 2012

Propósitos


Soy una madeja, enrevesada, difícil, compacta y aún así  creada a partir de un hilo fino, suave y simple, sacado de la materia más pura que habita en la Naturaleza. Filamento que se deslizaba en su origen con movimiento sinuoso y alterno, como buscando un camino y siendo a su vez ese camino que, sin pretenderlo, se fue anudando en sí mismo.


Camino de meandros, codos y recovecos; de direcciones que perdieron el sentido. Obligado por circunstancias que actuaron como sendero invisible e intangible, que me movían con fuerza gravitatoria, mayúscula, de esas que aceptas al no poder comprender ni explicar; de las que terminan retorciéndote entre placeres y dolores, con los vaivenes pendulares y elípticos de lo indomable, de lo no predecible, de casi todo.

Todo el tiempo empleado concluyó en este resultado. No me mires así, no tengo toda la culpa, aún así acepto la crítica. Si te atreves a juzgar seré valiente para escucharte. Aunque no es definitivo, pues una persona no es sólo las decisiones que ha tomado, sino lo que le queda por hacer.


Jandro Güell.

7 de abril de 2012

Siempre quise que me quisieran


Siempre quise que me quisieran. Como todo el mundo, ya lo sé. Con lo que no contaba era que ese cariño se me presentase de la forma más extraña, tan de repente.

Nunca pensé bien en el origen de los sentimientos, sólo me centraba egoístamente en la cantidad, o mejor dicho, en la calidad de ese amor, pues yo lo quería incluso antes de que llegase a mis días. Me rendí, cuando ya casi pensaba que no era posible recibir; me lo entregaron incondicionalmente, sin reservas, de forma que parecía que su propia razón de existir estaba concebida para serme regalada.

No fue fácil en un principio, debo aceptarlo, pero puedo asegurar que desde el primer momento me convertí en alguien único en su vida. Tuvimos que acostumbrarnos el uno al otro, a nuestras manías y costumbres, que siendo dos cosas distintas tendemos a confundirlas. Nos educamos en nuestra nueva realidad juntos. Ya no fuimos más dos seres independientes pero tampoco dependientes del otro, simplemente aprendimos a tenernos en cuenta. En definitiva, la relación crecía compartiendo cama, comida, juegos matutinos y paseos nocturnos.

Estaba, siempre estaba, cuando me encontraba bien y cuando a penas le miraba, en mis momentos grises y en las noches blancas. Me observaba, siempre me observaba, cuando leía, cuando rezaba, cuando dormía, cuando bostezaba, en mi alegría, con compañía y cuando a solas lloraba. Me desesperaba, a veces me desesperaba, a veces me defendía y otras me asustaba, me perseguía o me esperaba. Siempre me esperaba, cada vez, cuando me iba, me consta que únicamente pensaba en que regresaría. Y cada vez, cuando llegaba a casa, sus “bracitos” me arrojaba.

No sé que más decirte, quizá que soy una afortunada. Disfruto de la compañía de una criatura que piensa que soy la persona más importante en la Tierra, que me señala como receptora de todo lo que su vida otorga, y lo mejor es que a cambio no pide nada. Algunos dirán que es porque los perros no hablan, mas estoy segura de que mi Mofli, si hablara, con su voz ronca a más de uno callaría.




Nota:
He comenzado este relato varias veces, desechándolo casi de inmediato por no reflejar lo que realmente pretendía, y ahora sé que fue por mi empeño en querer describirte cuando desde un principio no debí centrarme en el cómo, sino en qué eres para mí y lo que siento cada vez que llego a casa.


Jandro Güell.