Obsesionantes.
Jandro Güell.
30 de octubre de 2012
26 de octubre de 2012
Conversaciones con mi perro
Me gusta hablar con mi
perro. No me entiendas mal, sé que no comprende lo que le digo; pero tiene una
capacidad de atención que pocas veces he advertido en otras especies,
especialmente la humana. Lo que más me llama la atención es su forma de mirarme,
fijamente, parpadeando poco, a veces alternando los ojos y cuando coincide con
algún comentario ingenioso por mi parte, cosa que sucede con poca frecuencia,
parece que me guiñara. Le hablo de todo y de nada aunque, por lo que se ve, le
da a cualquier conversación la misma importancia. Creo que lo que él aprecia
por encima de todo es que nos comuniquemos.
Jandro Güell.
Jandro Güell.
25 de octubre de 2012
La cafeína
La camarera se acerca a la
mesita con la amarilla lámpara de tulipa bermellón junto a la ventana, al final
de la barra. La mesa es la correcta pero el orden de las tazas no. La pareja
intercambian sus pedidos.
- Por lo que veo sigues
tomando café.
- Sí. No, quiero decir
que… Lo estoy rebajando.
- O sea, que tomas menos
de cuatro al día, eso es un récord.
- No porque no me
apetezca, más bien, compro café más barato, por lo que está más malo y por
tanto bebo algo menos.
- Pero realmente no rebajas el consumo de café.
- Rebajo mis gastos. ¿Tú
sigues con tus batidos?
- Ya sabes. Son manías.
- Hace tanto que no nos
vemos que no sé cómo tratarte.
- Como siempre, soy la
misma persona.
- Sí, yo también. Lo que
digo es que ha pasado tiempo suficiente como para tratarte con distancia, casi
como a un viejo amigo, pero no el suficiente como para utilizar mi torpe
condescendencia o esa falsa amabilidad que usamos con los desconocidos.
- Y ¿Qué quieres que te
diga? Yo estoy muy a gusto.
- No me mal-interpretes,
me alegra mucho verte. Hace mucho que quería quedar contigo y, ahora que te
tengo delante no sé qué contarte.
- Lo único que te pido
es no hablar del pasado. No hagamos de este encuentro algo incómodo.
- No te negaré que me
comían los nervios cuando hablamos por teléfono. Incluso ahora me siguen
temblando los tobillos, aunque pienso que es más por la euforia que por
inseguridad.
- O por la cafeína.
(sonríe).
La conversación siguió
con trivialidades que no se alejaban del relato de triunfos profesionales,
algún escarceo amoroso sin relevancia y evitando profundizar en lo que ambos
sentían en ese instante. La lluvia golpeaba los vidrios de la ventana y una
figura enfundada en gabardina gris cruzaba el marco con dos hojas de periódico
por sombrero.
Jandro Güell.
16 de octubre de 2012
Amaneceres
Un hombre se despierta a
duras penas después de una mala noche en el incómodo asiento de atrás de un
coche. Se despereza torpemente dentro de un saco de dormir y se queja
desentumeciendo sus articulaciones que crujen al perder la forma fetal que el
pequeño habitáculo le obligaba a adoptar.
Es fresca la mañana. En su
oreja resuena la vibración del vuelo de un pequeño mosquito que, horas antes,
no hizo otra cosa que acentuar el malestar del paupérrimo sueño,
haciéndole despertar varias veces y prolongando así el final de una noche que
hubiese preferido más corta. Lo buscó con la mirada hasta verlo sujeto al
cristal de la ventanilla trasera que quedaba detrás de su cabeza. Lo odió de
inmediato al notar su vientre inflamado y enrojecido por su propia sangre, lo
que le hizo acordarse del picazón soportado intermitentemente. Fue corta la
digestión del insecto, ahora es una mancha en la palma del hombre.
Pasaron segundos, quizá
minutos, sin duda afectado todavía por la falta de sueño, hasta que aquel
hombre se descubrió mirando sin parpadeo alguno sus pies descalzos al otro lado
de la improvisada cama, pero en vez de despabilar definitivamente siguió
observando sus extremidades blanquecinas y huesudas mientras movía lentamente
los deditos. Analizando formas, movimientos y detalles cayó en la cuenta de que
nunca se miraba tan detenidamente su propio cuerpo; no obstante ya le había
dedicado tiempo suficiente o eso pensó mientras los cubría con los calcetines
de ayer y se calzaba.
Bajó del coche, terminó de
recomponerse y comenzó a andar en busca de algún sitio para desayunar. Quizá la
única comida que ese día tendría asegurada.
Jandro Güell.
15 de octubre de 2012
Creencias
- ¿Tú crees en dios?
- Pues, yo que sé, sí
supongo, hice la comunión.
- ¿Qué clase de
respuesta es esa? Ningún niño hace la comunión porque crea en dios, los obligan
los padres, la educación, la tradición.
- ¡Eh, eh, que algunos sí
que creen! Hasta se confirman y eso.
- Y tú me confirmas
diariamente que eres tonto.
- Lo que está claro es que
tú no crees en absoluto.
- ¿Y tú que sabes?
- Pues porque cuando
nombras a Dios lo haces en minúsculas, no como nombre propio.
- Buen… Yo… es que…
¿Cómo sab…?
- ¡Qué quieres que te
diga! Se nota. Pero, en fin, en algo hay que creer, no sé es propio del ser
humano, nos ayuda a entender cosas, nos guía, nos da calma, es práctico.
- ¡Es práctico!
Menudo religioso estás hecho. No des más argumentos que estás pisoteando el
Catolicismo.
- ¡Eh, que yo no he dicho
que sea Católico! Simplemente imagino que existe algo por encima de nosotros
mismos, mejor que nosotros, que da sentido a la vida y a la muerte, me da igual
cómo lo llames, me vale cualquier religión; es más, pienso que la religión es
un invento del hombre, o si fue de Dios la cagó dejando que nosotros la
administrásemos. Lo que hemos conseguido es pervertirla, utilizarla en beneficio
de unos pocos y como manipulación de otros muchos.
- ¡Ya! Tú eres de esos que
odia a la iglesia pero acude a sus creencias o supersticiones cuando está
desesperado, ante una enfermedad, cuando teme por su trabajo o… a la muerte.
- No, cuando estoy
follando.
- Pe, pero. Pero tú…
- Sí, sí. Es que me
parece algo tan cojonudamente bueno que pienso que es obra divina, o del
Diablo, que en el fondo es también religión, no sé.
- ¿Y si te masturbas
también piensas en dios?
- ¡Qué gracioso!
- Bueno, es sexo,
tendrá alguna relación.
- Pues no listo,
además, cuando me masturbo siempre fantaseo con tu hermana Pili.
- ¡Cómo te pasas!
- ¡Es que está muy
buena!
- No te entiendo. No
sé si me hablas en serio o me estás vacilando. Estás tan “colgao” que me pones
nervioso.
- Y ¿Para qué me
preguntas entonces?
- Mea culpa, mea culpa.
Jandro Güell.
2 de octubre de 2012
Dos errores
No fue casualidad que dos
seres tan complementarios hubieran llegado a conocerse. Pienso en el Azar
puesto que no creo en el Destino, aunque no deja de ser curioso, más aun si
tenemos en cuenta que ninguno de los dos fueron deseados en el momento de su
concepción. Uno por ser primogénito, la otra por ser la última de tres
hermanos, el caso es que ninguno se esperaba. Eran dos errores de calculo, dos
equivocaciones que se asumieron, que lucharon por ser anfitriones de una fiesta
a la que no habían sido invitados. No fue casualidad que se conocieran, fue
casualidad que los dos existieran.
Jandro Güell.
1 de octubre de 2012
6 velas
Todo empezó una calurosa
noche de verano. Era el mes de Agosto, y en una de las salas del paritorio del
Hospital Civil de Málaga, hacían esperar a una primeriza que se quejaba en vano
ante las esquivas miradas de enfermeras y matronas.
Con dicho marco llegó a
este mundo un pequeño, cuando sólo faltaba al rededor de media hora para la
media noche que daría paso al vigésimo tercer día del mencionado mes. El recién
llegado, que a penas era capaz de distinguir sombras en medio de una luz
cegadora, llegaba desprovisto de toda arma o virtud para enfrentarse al mundo
que ahora parecía envolverlo. No entendía por qué apareció allí ni cual era su
misión, su meta, su destino.
El día que cumplió seis
años no fue distinto de cualquier otro aniversario; estaban los primos, los
tíos, los abuelos y creo que algún vecino. Hacía poco más de un mes que dejó de
ser el protagonista de la casa, puesto que apareció el segundo de los hermanos,
con ganas de guerra y sin intención de renunciar a su parcela de atenciones,
cariño y servidumbre que todo hijo inflinge a sus progenitores.
Tomó aire hasta que los
pulmones no pudieron más y sopló las seis velitas que coronaban la tarta. Deseó
algo inalcanzable, y sonrió mirando fijamente los dibujos que describía el humo
que todavía emanaba de los minúsculos cirios; ajeno por completo a que, a
partir de ese año y también unos meses antes, el mundo había sufrido una
transformación hacia una escala superior en calidad: Apareció, desprovista de
toda arma o virtud para enfrentarse al mundo, una niña que, sin ningún motivo
apreciable, estaba hecha de las piezas de un rompecabezas tan complejo que
ninguna mente humana podría siquiera inventar, pero que encajaba perfectamente
con aquel chiquillo que ahora miraba los regalos con avaricia sin saber que el
mejor de ellos se lo estaban guardando y mimando a varios kilómetros de su
habitación.

Jandro Güell.
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