En la séptima vuelta que
dio sobre sí mismo, atravesado en el metro y medio que acotaba la cama, la
almohada cayó expulsada al suelo. Las sábanas, retorcidas y descolgadas,
aceptaron también la llegada de su exilio. La única opción, huir de aquel violento insomnio que
gobernaba. No había lugar para compañeros de la paz ni aliados del sueño.
Jandro Güell.
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