Lágrimas que acarician mis
ojos como el colirio del camaleón de párpados pétreos. Resbalan en la mejilla
creando verrugas de cristal y proyectan luces cual prisma gelatinoso haciendo
temblar en tu cara colores múltiples mientras me ves marchar. En el ascensor
que me hunde en mi infierno miro mis facciones en el espejo, repitiendo en mi
conciencia no emerger nunca más a tu alcoba, que antaño prometía esperanzas. La
cama del león que rezuma olores de rojo azahar, blancas flores que sangran
dolores. Sin girarme, me asiento en mi caballo azabache, aprieto las crines
provocándole el ronco relincho que anuncia nuestra despedida a la noche
madrugadora.
Jandro Güell.
Jandro Güell.
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