Según las indicaciones que
me dieron, me encontré con un gran portalón de madera robusta compuesto de dos
hojas altas de color verde botella de vino. Subí los tramos de escaleras de
amplios peldaños que desembarcaban en el tercer piso. Toqué en la puerta de la
derecha, que pese a su gran tamaño aparentaba ser débil, coronada por una
ventana a modo de tragaluz, según se estilaba en la Málaga de principios del
siglo XX.
Entré en el domicilio
invitado por un antiguo amigo para que me presentara la que sería mi próxima
habitación; el resto del inmueble habría de compartirlo con los otros
inquilinos que sumaban cinco, sin contar un par de animales domésticos más
alguno ocasional. Me enamoré del lugar casi al momento, intentando ocultar
torpemente mi entusiasmo sin llegar a conseguirlo.
Conocí a la mayoría de mis
futuros compañeros en convivencia ya que, debido a las fechas festivas y a que
casi todos eran de fuera de la ciudad, aun los menos se encontraban ausentes.
Disfrutaba de una amena conversación con mi amigo cuando llegó a la casa e
irrumpió de seguido en el salón una chica de las que me faltaba por conocer. Me
llamó la atención de inmediato, a saber por dos aspectos:
En primer lugar fueron sus
maneras. Se entendía por su físico que era una muchacha, rondando los veinte, mas si atendías a sus modales, gestos que me resultaron femeninos y gráciles,
con cierto aire glamoroso, sonrisa perpetua, se advertía una mujer más que a
una jovencita; al escucharla con una mínima atención descubrías a una mujer
madura, enigmática, con una poderosa serenidad y un hablar tranquilo, casi
susurrante, de voz dulce y fina, propia de las personas que no abusan de la
palabra si no tienen algo que decir.
Por otra parte, y sin
necesidad de emplear muchos días a partir de aquel, hallé todo lo que escondía
aquella personita al poder zambullirme en la marea de los días cotidianos y
tertulias nocturnas. Me mostró sus interiores, sus inquietudes, lo que
admiraba, lo que creaba, lo que la influía; como un aspersor de riego, me
llegaban sus conocimientos de repente y me impactaban en la cabeza, regando el
cerebro de colores, salpicándome de ideas, conceptos y autores que ni conocía
por entonces, haciendo brotar en mí simientes nuevas que se anudaban con mis raíces
añejas. De nuestras conversaciones conservo hasta las comas, no tenían… no
tienen una pizca de desperdicio.
Por último, dejándolo
adrede en un anexo a parte de la enumeración propuesta al principio, no puedo
dejar de subrayar que lo más
destacado de esta gran mujer, de curioso diminutivo como apelativo, es la
calidad de sus acciones. Guiada como un invidente por sus valores y principios,
lucía una ejecución de actos de la mayor altura moral y ética que haya visto
contenidas en un mismo individuo. Dicha ejecución, desarrollada de la manera más
simple, podría resultar incluso ofensiva para cualquier persona de calaña más
baja. Evidenciando el hecho claro de ser siempre fiel a uno mismo; parecerá una
tontería, pero “a veces lo obvio pasa desapercibido precisamente por obvio”.
Por suerte de la buena,
disfruto de su amistad y a ratos de su compañía, siempre cálida y agradable aun
sin cruzar palabra, pues no siempre es necesario. Encuentras que aquellos que
son más afines pueden permanecer horas en silencio.
Jandro Güell.
Jandro Güell.
No hay comentarios:
Publicar un comentario