No sé cuanto tiempo llevo frente
a la pantalla de mi ordenador, frente a una pantalla en blanco, como el
mar de leche de Saramago, como mi cabeza, que no está vacía pero que ahora no
contiene nada.
Qué se le regala a una
persona que es especial en mi vida desde hace muchos años. Ni me molesto en
intentar recordar cuánto, juraría que fue ayer si no supiera que me conoce ya
mejor que yo mismo, y aún así me corrige y mejora. Una persona a la que no
necesito ver aunque siempre la eche de menos, a la que casi nunca llamo aunque
sé que es de las pocas, muy pocas, con las que puedo conversar durante horas
sin llegar a cansarme nunca. Me rebano los sesos intentando describirla sin
llegar a acercarme lo más mínimo a definirla, cayendo torpemente una y otra vez
en absurdos topicazos de aprendiz de poeta. Y aquí sigo, buceando en niebla
londinense; ¿lo ves?, vuelvo a tropezar.
No soy, en comparación,
quien más la quiere; sin embargo, dada mi capacidad, es mucho.
Suena mientras tanto una
pieza de Chopin. Para ver si así se gira hacia mí la inspiración, que hace días
me dio la espalda aunque sea yo quien se siente de cara a la pared, en un rincón
de una habitación que no es la mía. Inútil. Quizá sea porque no me contento con
describirla, ni falta que hace, eso es algo que cualquiera que la conoce sabría
hacer mejor que yo. Es lo que pasa con las personas que, sin ser perfectas, son
el ejemplo de lo que cada uno de nosotros desea llegar a ser algún día.
Cuál es el regalo perfecto
cuando el que obsequia no tiene nada mejor que ofrecer que su propia compañía.
Perdóname, qué torpeza. No sé cuanto tiempo llevo delante de una pantalla de
ordenador que ya no es blanca, que está manchada de gotas negras que han caído
de la punta de mis dedos; sin comprender que hoy ese regalo soy yo, y que en
vez de compartirlo contigo me obceco en demorarlo.
Guardar cambios, cerrar el
programa y levantarme de la silla. Tres gestos que convertiré en uno. Que se me
van los minutos, casi se me acaba el día. Por suerte nos quedan más. Este
regalo que ahora se impacienta terminaré de envolverlo e iré a dártelo durante
todo el tiempo que nos quede. Lo que tengo, lo que soy,
incondicionalmente.
Hasta ahora.
Un amigo.
Jandro Güell.
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